7 jul 2013

Todo lo que tengo es el río

All that I have is the river
The river is always my home
Lord, take me away
For I just cannot stay
Or I'll sink in my skin and my bones 
I
Ser el aforismo
que cuando se explaya
pierde gracia y sentido.

Ser la regla medieval

refutado axioma.

Todo lo que tengo es el río

claridad mortal de lo deviniente.

II

Soy la proposición que fluye
lo que redime a lo negativo.

Congelo los momentos

poseo dialéctica cotidiana.

Todo lo que tengo es el río

allí lavo mis sentidos.

III

Ser el cómo
Ser el cuándo
soy la relatora del rafting
donde compite mi pasado.

Todo lo que tengo es el río

así se hace nada el absoluto.


Todo lo que tengo es el río
ahí todo y ahí nada.

2 jul 2013

El decálogo del marginal

I
El marginal tenderá llegar al centro
con su insondable marginalidad.

II
Dudará si realmente lo es.
El marginal es un escéptico pechoño.

III
Generará expectativas centrales el marginal.
Tiende a querer negarse.

IV
El marginal ignorará la envergadura de su marginalidad.
Mientras más grande, más al centro.

V
El marginal querrá definir lado en el círculo.

VI
El marginal que se admita, ya dio un paso en negarse.
El marginal que se niegue, avanza en su verdad.

VII
Sube el tono, el marginal,
pero no tanto como para salir.

VIII
El marginal no sabrá de reconocimientos,
no le alcanza para alteridades.

IX
Siendo el margen continúo,
el marginal lo querrá punteado.

X
El marginal no se desliza,
se apoya.

Bienaventurados   los marginales,
de ellos es el reino del olvido.

28 jun 2013

Como mínimo


A la Srta. Parker.
Cada vez
osada en la alteridad que oye
música de sordos aquella
obstinada paria.

Mínimamente intima
íntimamente  faltante
naciendo en cada amanecer e
inundando la vida de los incautos esos
maeses
obtusos.

Prodiga cada vez naciendo en
hogueras donde esa
isla donde ella sirve de
lujuria
amaneciente como mínimo
danzante
entre incautos que
liban a sus maeses creándoles
purgatorios
hábitat de chacales cigarras
incesablemente
amistosas siempre las parias.

Susurro íntimo
entre
públicos aplausos

como mínimo.

23 may 2013

Vivre ma vie

I
Viva el trabajo retroactivo
el ocio
los maullidos.

Viva la vida simple
pero con el pelo limpio.

Vivan las buenas intenciones
todos
pero sólo el pueblo.

Viva el destiempo
entregar a la hora los deberes
pero antes lo no solicitado.

Viva
y que realmente vibre
mover el pensamiento
más que el suelo
avanzar retrocediendo.

Viva
y que suene a ironía
lo diverso
lo uno
lo bello
lo múltiple.

Los miles de versos que nunca se han de topar.

II
Sólo queda esperar
Ahora
Sólo queda hablar con extraños
encontrar esperanzas en
bares
cafés
Cronometrar el tiempo
hasta que el tiro fatal llegue
en su fastuoso peregrinar.

Viva vivir su vida
asemejarnos a Anna Karina
Hacerlo todo mal
porque es lo correcto
lo bello.

Ya se acerca el auto negro
Viene
por aquella calle de por ahí
aquella
en la ciudad donde de noche también es día

Viva vivir mi vida
en cuestiones no escogidas.

Viva que la vida se gaste
como aquel cigarro
en ese café de pantallas
que se gasta
que se gasta
y se gasta ahí
en la pantalla
en lo bello
que es lo correcto
como correcto
fue elegir a Anna Karina.

III
El compás roñoso
odiosa carmina de musas demoledoras
El vacío que parece melancolía
Nana
Nana
te vas
ya viene el auto negro
que no sé si es realmente negro
el tiro de gracia
que esperas
que buscaste no elegir.

Vibre la vida
Viva mi vida
vivo para vivir
su
mi
vida.


Los miles de versos que se callan con un disparo.   

19 may 2013

Sin nostalgia


Yo vuelvo a ti sobre montañas;
caminando frente al Cardonal;
llegando a Uruguay
que huele como la vida [a veces].
Te subo hasta llegar al Litre,
ahí me devuelvo,
y cuando voy de vuelta,
vuelvo a ti en libros y cachureos de vereda.

Yo vuelvo a ti sobre colectivos,
micros y mis pies.
Vuelvo sobre avenida Rodelillo,
casas quemadas
y falta de ganas de estar aquí.

Vuelvo a ti subiendo por Santos Ossa,
pensando “¿Quién puede vivir aquí?”

Vuelvo a ti jadeando.
Vuelvo a ti en bus.
Vuelvo a ti buscando el color que perdiste.
Vuelvo a ti sin romanticismos.
Vuelvo sobre tu olor y deforme figura.
Vuelvo a mirar los carros de O’higgins,
su olor me recuerda a la sirena que fue acuchillada al frente,
al lado de la farmacia,
a la vista de aquel vendedor de aceitunas
y de las extrañas ninfas de los cigarros paraguayos.

Vuelvo a ti cada vez que me voy.
Vuelvo a ti y voy por Victoria,
cuando llego al parque Italia me devuelvo,
o a veces voy hasta Rodríguez,
huelo la Mangiatta,
nunca tengo suficiente para hace más que eso.

Vuelvo sobre ese colectivo,
Hablo con colectiveros.
Una vida es muchas cosas
y en cuantas nos parecemos.

Vuelvo siempre al 22 ½.
Vuelvo con los profes.
Vuelvo con los eucaliptus
y sus estivales infiernos.

Vuelvo del plan al cerro,
llegando por Placilla.
A veces arranco,
pero siempre vuelvo
al igual que tus vientos.

Voy y vengo.
Voy y vuelvo.
Voy del plan al cerro;
del cerro al plan;
del 22 ½ con recorrido hasta Pudeto.

Vuelvo por una bolsa de plátanos a alguna bodega;
paso la plaza,
llegando al congreso
y miro con asco,
hiede como vereda del Cardonal
cuando en sus acequias
un ser menor se metamorfosea,
al igual que todas las criaturas nocturnas del lugar.
Me devuelvo
y nuevamente,
vuelvo sobre montañas,
siempre vuelvo
y sin nostalgia.   

15 may 2013

Peri



Todo,
en cuanto te pienso,
queda en silencio

Te hablo,
me hablas;
te hablé,
me hablaste.
Somos dos punzadas parlanchinas

Todo,
en cuanto te pienso,
queda en silencio.

Nos vimos,
nos desvestimos,
nos tocamos
y nunca más.

Todo,
en cuanto te pienso,
queda en silencio

Ahora,
ya comenzamos nuevamente,
somos tan lejanos,
nos calienta nuestra lejanía,
no sabemos qué hacer con ella.
Somos dos criaturas parlanchinas
y no supimos qué hacer cuando,
cuando éramos dos simples cuerpos,
cuerpos con ese solo encanto.

Todo,
en cuanto te pienso,
queda en silencio,
silencio plagado,
repleto de asquerosos ruidos,
sonidos desentonados.

Nos conocimos,
nos hablamos,
debimos habernos tocado.
Vanitas vanitatum onmia vanitas,
vanos,
vanos,
¡tan vanos!,
tan superfluos,
los extranjeros
no deben perder el tiempo en esto.
Ese silencio
que aparece,
ese,
es tu vacío
lleno hasta el hastío
de palabras,
silenciosas palabras llenas de ruido.

Todo,
absolutamente
 y hasta más allá
del todo
queda en silencio
cuando nos recuerdo
vestidos
y hablando.

Puro ruido,
horroroso ruido.

Ahora,
te propongo algo:

Así como quien se sienta
a comer sandía bajo un parrón
un caluroso día de verano,
sacudiéndose las moscas y avispas,
así
te propongo que nos sacudamos
toda la ropa
y nos quedemos callados.

Te propongo generar
el ruido de nuestros cuerpos
que se vuelven a excitar el uno al otro
en el vaivén del sepulcral silencio.

Te propongo que todo,
absolutamente todo
en cuanto te sienta,
va a ser como si te quisiese
y quizás así nos comencemos a querer.

Todo,
absolutamente nada
cuando fuimos palabras.

Quizás nuestra Moira
nos quiera llevar a otros puertos,
parajes donde no seremos
más que dos desconocidos
pero tratemos ahora
que ya es ayer,
de hacer que todo,
absolutamente todo
se llene de nosotros.
Dejemos atrás los ruidos,
horrorosos
y que los son más aún
si los escuchamos vestidos.

23 abr 2013

La importancia de llamarse

Las palabras; tan livianas, como profundas; tan asertivas  como desafortunadas. Las palabras, designadoras de realidades, creadoras de mundos posibles. Nuestros nombres, nuestros humanos nombres, palabras que nos designan, y no solo nos designan en humanidad, sino que en unicidad.

¿Es necesario tener que nombrarse o tener que nombrar? ¿Por qué no hacer un nombramiento deíctico de nuestro ser único e irrepetible, más allá de letras foneticamorfosintacticaesteticamente dispuestas? ¿Por qué elegir nombrarnos de manera hereditaria, o según el impacto de algún otro con ese nombre, o por originalidad o incluso hasta cierta estética-entendida de modo muy superfluo-?

No pretendo hacer exposición de grandes argumentos antropológicos, lingüísticos  históricos  etc. con respecto a los nombres propios, solo mostrar alguna reflexión al respecto, sobre todo al alero de 3 situaciones, a parecidas al ojo público, que se me han mostrado en el curso de este año, y que son las siguientes: (i) la prohibición en Islandia de tener nombres que no sean propios de su tradición, lo cual habrá alertado a más de algún defensor de las libertades esenciales; (ii)la lista de nombres <<curiosos>> que el registro civil de nuestro país expone todos los años y (iii) 'Le Prénom', película francesa que hace el recorrido de una discusión por la elección del nombre de un nonato.

(i) Transcurrió hace algunas semanas (o meses quizás) en Islandia, un fallo judicial que le permitió a una joven llamarse con un nombre usado tradicionalmente para hombres, pero que usado en ella, se interponía a las exigencia fonéticas y tradicionales exigidas por dicho país, que pretende proteger mediante leyes el buen uso del lenguaje para la preservación del idioma tradicional y la herencia de sus nombres propios típicos. Aquí uno se empieza preguntar por esas supuestas libertades a las que nos hemos acostumbrado, sobre todo en este otro extremo del mundo ¿choca la individualidad de algo tan 'superfluo' como un nombre propio con nuestra forma de 'hacer patria', con nuestra forma de llevar a cabo nuestra cultura? En naciones donde el nombre propio, tal cual lo usamos y lo nombramos,-podríamos decir que hay ciertos pueblo indígenas en donde los nombres son una gran secreto no revelado cuya carga es de corte totalmente necesaria, pero no es nuestro caso- no tienen más relevancia que ser deíctico, una razón de ser para ser nombrados como nosotros y no como otro, entonces ahí las leyes islandesas parecen obedecer a un atropello ¿cómo es posible que el estado designe el cómo y el qué de los nombres que les damos a nuestros hijos? Nos parece incosebible- aquí la idea de que la lengua es un órgano vivo y sujeto a cambios vibra totalmente-, pero de esa manera entramos en nuestro segundo conflicto, expuesto a continuación.

(ii)En contraposición casi absoluta a Islandia está en caso de Chile. Año tras año las inscripciones de recién nacidos en el registro civil denotan la total fatal de algo que puede ser o timidez, o ignorancia, ansias de rupturismo, o quién sabe, de miles de padres que llaman a sus hijos de modo poco tradicional, entendiendo esto como el no adscribir al cómo se han escrito ciertos nombres a lo largo de los siglos, y más aún, haciendo caso a sus invenciones o a sus oídos poco enterados del tema.
La lista de exóticos nombres está públicamente disponible, pero la cuestión que aquí queda pendiente son las consecuencias sociales de el acto de nombrar a alguien, acto que aquí, en este lugar del mundo, nos parece tan privado, y donde se ha olvidado el significado de los nombres, y más aún, lo que significa cargar con el nombre en muchos casos, sobre todo cuando va unido a una lectura de clases- las clases más bajas son más dadas a este desliz-.
Lejos estamos de creer que el nombre propio podría llegar a designar mi esencia  o al menos parte de ella. El nombre propio en estas latitudes multiculturales-en el horroroso sentido del la dominación de diversas culturas en unos cuantos siglos- cumple una función decorativa, estética en el sentido más lato, quizás por eso nos podremos sentir atacados si algún día el estado nos quisiese limitar a nombres tipicamente españoles o de alguna otra lengua autóctona, pero parece que nadie se aberra demasiado si escribimos Rocio o Martin, que no tienen ningún sentido ni referencia, y para qué hablar de Maikel, Maikol, Anllelo, Haxel, etc. Los nombres propios en este país son un tema ¿a qué nos atenemos con nuestros nombres si ellos no significan nada representativo de nosotros? Mi nombre es Mariana y me veo bastante alejada de rendirle tributo a alguna virgen- lo único que me suscita una virgen es desearle que se desvirgue-.

¿Ya se extraña mediación?

(iii) 'Le Prénom' me dejó reflexionando desde otra esfera, la esfera de los nombre y su relación con la historia, los nombres en su devenir.
Para contar poco y dejaros que vuestros ojos se deleiten, la problemática nace cuando por broma, uno de los amigos convidado a la cena en casa de un profesor de literatura, dice que llamará a su hijo Adolphe, que para los efectos de pronunciación es casi igual que Adolf. Todo esto provoca el inmediato rechazo del resto de los amigos y la ira del profesor de literatura, quien lo considera un acto fascista (conozco chilenos con el  nombre en su versión española), más allá que el nombre haya sido tomado de un libro previo al siglo XX, obra de un gran prócer de la literatura francesa ¿debemos desechar los nombres con esa carga histórica tan aberrante? he ahí el dilema, y he ahí el horror de que en Chile hayan Augustos de menos de 30 años.

Breve es la moraleja de todos estos extremos: es bueno conservar las tradiciones, es bueno que las lenguas sean vivas y es bueno dejar que la historia y el mundo sigan su curso, pero también es malo, bueno y básicamente porque bueno y malo no son categorías.