Quiero
escribir en tiempos imaginarios para no molestarte
Quiero
jurar que ir te he dejado
para
esta noche ser en embriaguez con otras figuras
Quiero
escribir sin envilecer tu ausencia
aunque
el frío de este carnal tiempo es demasiado real
Cuando
pasa y vuelve, quiero
Cuando
quiero
vuelves
y se van
las
mortuorias estaciones de este momento inventado
El
alma inexistente reclamándote
queriendo
su candorosa primavera
pero
solo la haz dejado llorar con los amigos
sintiendo
el frío Agosto en un Diciembre caluroso
todo
por esa noche en que la despojaste de sus mantas.
***
Deben
haber sido eso de las 00.00 am. Debe haber sido una de esas típicas
noches de Diciembre en la costa: frescas y ventosas, con el mar
crujiendo quejumbrosamente a lo lejos. Consuelo habrá tenido unos
diez u once años como máximo, Esteban unos quince. Dos años de
orfandad los habían llevado al abrigo de esa calle olvidada; con sus
tragos y pichicateos prematuros; a esa cofradía donde otros iguales
que ellos también habían sido omitidos y dejados al amparo de las
moiras.
Esteban
embarazó a Muriel. Muriel, sin mediar aviso, partió esa mañana en
un bus con destino al sur, quizás para buscar algo que en tiempos
pretéritos pudo llamar familia, o quizás para buscar un paliativo
al problema. Nadie le supo decir con claridad a Esteban.
Sacó
de su roída mochila unos llaveros que le quedaban por vender. Salió
a la calle y se subió a incontables micros hasta que logró
deshacerse de todos. Aún era temprano, así que macheteo en la
esquina de siempre por unas cuantas horas. Tanteó su bolsillo y
calculó que debía tener unos ocho mil pesos: el día le había
sonreído. Fue al supermercado para comprar leche, pan y lo que
alcanzara de fideos, y así se fue la mitad de la plata. Caminó un
buen rato antes de volver a la calle olvidada. Para cuando llegó,
Consuelo dormía, los otros cantaban y conversaban. Entró al rincón
que habían acaparado como hermanos. Dejó las bolsas a los pies de
ella, sacó su mochila, de pasó le arrebató suavemente la manta que
lo cubría desde quién sabe. Consuelo despertó, pero no abrió los
ojos. Esteban no quiso despedirse.