23 may 2013

Vivre ma vie

I
Viva el trabajo retroactivo
el ocio
los maullidos.

Viva la vida simple
pero con el pelo limpio.

Vivan las buenas intenciones
todos
pero sólo el pueblo.

Viva el destiempo
entregar a la hora los deberes
pero antes lo no solicitado.

Viva
y que realmente vibre
mover el pensamiento
más que el suelo
avanzar retrocediendo.

Viva
y que suene a ironía
lo diverso
lo uno
lo bello
lo múltiple.

Los miles de versos que nunca se han de topar.

II
Sólo queda esperar
Ahora
Sólo queda hablar con extraños
encontrar esperanzas en
bares
cafés
Cronometrar el tiempo
hasta que el tiro fatal llegue
en su fastuoso peregrinar.

Viva vivir su vida
asemejarnos a Anna Karina
Hacerlo todo mal
porque es lo correcto
lo bello.

Ya se acerca el auto negro
Viene
por aquella calle de por ahí
aquella
en la ciudad donde de noche también es día

Viva vivir mi vida
en cuestiones no escogidas.

Viva que la vida se gaste
como aquel cigarro
en ese café de pantallas
que se gasta
que se gasta
y se gasta ahí
en la pantalla
en lo bello
que es lo correcto
como correcto
fue elegir a Anna Karina.

III
El compás roñoso
odiosa carmina de musas demoledoras
El vacío que parece melancolía
Nana
Nana
te vas
ya viene el auto negro
que no sé si es realmente negro
el tiro de gracia
que esperas
que buscaste no elegir.

Vibre la vida
Viva mi vida
vivo para vivir
su
mi
vida.


Los miles de versos que se callan con un disparo.   

19 may 2013

Sin nostalgia


Yo vuelvo a ti sobre montañas;
caminando frente al Cardonal;
llegando a Uruguay
que huele como la vida [a veces].
Te subo hasta llegar al Litre,
ahí me devuelvo,
y cuando voy de vuelta,
vuelvo a ti en libros y cachureos de vereda.

Yo vuelvo a ti sobre colectivos,
micros y mis pies.
Vuelvo sobre avenida Rodelillo,
casas quemadas
y falta de ganas de estar aquí.

Vuelvo a ti subiendo por Santos Ossa,
pensando “¿Quién puede vivir aquí?”

Vuelvo a ti jadeando.
Vuelvo a ti en bus.
Vuelvo a ti buscando el color que perdiste.
Vuelvo a ti sin romanticismos.
Vuelvo sobre tu olor y deforme figura.
Vuelvo a mirar los carros de O’higgins,
su olor me recuerda a la sirena que fue acuchillada al frente,
al lado de la farmacia,
a la vista de aquel vendedor de aceitunas
y de las extrañas ninfas de los cigarros paraguayos.

Vuelvo a ti cada vez que me voy.
Vuelvo a ti y voy por Victoria,
cuando llego al parque Italia me devuelvo,
o a veces voy hasta Rodríguez,
huelo la Mangiatta,
nunca tengo suficiente para hace más que eso.

Vuelvo sobre ese colectivo,
Hablo con colectiveros.
Una vida es muchas cosas
y en cuantas nos parecemos.

Vuelvo siempre al 22 ½.
Vuelvo con los profes.
Vuelvo con los eucaliptus
y sus estivales infiernos.

Vuelvo del plan al cerro,
llegando por Placilla.
A veces arranco,
pero siempre vuelvo
al igual que tus vientos.

Voy y vengo.
Voy y vuelvo.
Voy del plan al cerro;
del cerro al plan;
del 22 ½ con recorrido hasta Pudeto.

Vuelvo por una bolsa de plátanos a alguna bodega;
paso la plaza,
llegando al congreso
y miro con asco,
hiede como vereda del Cardonal
cuando en sus acequias
un ser menor se metamorfosea,
al igual que todas las criaturas nocturnas del lugar.
Me devuelvo
y nuevamente,
vuelvo sobre montañas,
siempre vuelvo
y sin nostalgia.   

15 may 2013

Peri



Todo,
en cuanto te pienso,
queda en silencio

Te hablo,
me hablas;
te hablé,
me hablaste.
Somos dos punzadas parlanchinas

Todo,
en cuanto te pienso,
queda en silencio.

Nos vimos,
nos desvestimos,
nos tocamos
y nunca más.

Todo,
en cuanto te pienso,
queda en silencio

Ahora,
ya comenzamos nuevamente,
somos tan lejanos,
nos calienta nuestra lejanía,
no sabemos qué hacer con ella.
Somos dos criaturas parlanchinas
y no supimos qué hacer cuando,
cuando éramos dos simples cuerpos,
cuerpos con ese solo encanto.

Todo,
en cuanto te pienso,
queda en silencio,
silencio plagado,
repleto de asquerosos ruidos,
sonidos desentonados.

Nos conocimos,
nos hablamos,
debimos habernos tocado.
Vanitas vanitatum onmia vanitas,
vanos,
vanos,
¡tan vanos!,
tan superfluos,
los extranjeros
no deben perder el tiempo en esto.
Ese silencio
que aparece,
ese,
es tu vacío
lleno hasta el hastío
de palabras,
silenciosas palabras llenas de ruido.

Todo,
absolutamente
 y hasta más allá
del todo
queda en silencio
cuando nos recuerdo
vestidos
y hablando.

Puro ruido,
horroroso ruido.

Ahora,
te propongo algo:

Así como quien se sienta
a comer sandía bajo un parrón
un caluroso día de verano,
sacudiéndose las moscas y avispas,
así
te propongo que nos sacudamos
toda la ropa
y nos quedemos callados.

Te propongo generar
el ruido de nuestros cuerpos
que se vuelven a excitar el uno al otro
en el vaivén del sepulcral silencio.

Te propongo que todo,
absolutamente todo
en cuanto te sienta,
va a ser como si te quisiese
y quizás así nos comencemos a querer.

Todo,
absolutamente nada
cuando fuimos palabras.

Quizás nuestra Moira
nos quiera llevar a otros puertos,
parajes donde no seremos
más que dos desconocidos
pero tratemos ahora
que ya es ayer,
de hacer que todo,
absolutamente todo
se llene de nosotros.
Dejemos atrás los ruidos,
horrorosos
y que los son más aún
si los escuchamos vestidos.