"Como cuerpos
bellos de muertos que no han envejecido y los encerraron, con
lágrimas, en una tumba espléndida-con rosas en la cabeza y en los
pies jazmines-,
así parecen los
deseos que pasaron
sin cumplirse; sin
que ninguno mereciera
una noche de placer,
o un alba luminosa." Deseos, C. Cavafis.
Cuando Magenta_ se
acercó sin mediar saludo y con algunos minutos de retraso, se dio
cuenta que al final de la jornada sólo le quedarían unas líneas que
dedicarle para intentar retenerla.
Magenta_ no era tan
alta como había pensado. Su belleza permitía contemplar esa
indiferencia que a ella la había seducido el primer día en que le
habló. Cierto aire de tristeza, unas cicatrices de su anecdótica
caída, voz profunda y una seductora manía de morderse el labio al
finalizar cada frase, hacían del devenir de Magenta_ esa tarde, todo
y más.
Magenta_ era
Agustina, la que quiso iniciar la conversación con el hábito de
recriminarle a ella asuntos que le debiesen haber sido propios de
seguir el camino deparado por su familia, ruta a la que había
renunciado hace bastante según le confesó una de esas noches de
desvelo frente a la pantalla.
Cuando supo que
Magenta_ compartiría ese inhóspito espacio-tiempo, ella no dudo en
sugerir el fin del anonimato que las refugiaba. Con ingenuidad no
propia, ella pensó que las posibilidades de romper con el encanto se
acercaban, que debía dejarla ir con el peso de la realidad. Se
lamentaría sobre el recuerdo de Magenta_ la viajera, acaecida vida,
carne. Se lamentaría porque así no era solución para el olvido, y
ella ahí, sentada frente al tumulto nortino, la vio desaparecer.
Aquel mismo tumulto donde Magenta_ la reconoció con facilidad unas
hora antes, en ese mismo la vio tornarse su anhelo.
Magenta_ la despojó
de su acostumbrada verborrea, al mismo tiempo que ella notó un
cierto esfuerzo para que la ironía mermara a medida que acontecía
la sinceridad del adiós, a medida en que los caminos ya trazados con
anterioridad se mostraban como nuevos rumbos a los cuales ni Magenta_
ni ella pertenecían, pero a los que debían tender.
Sólo "Chao
rubia" y se inclinó para besarle la mejilla. A ella sólo le cupo
desearle buen viaje al momento en que sentía al rojo intenso de esos
belicosos labios propinarle un arañazo a lo más profundo de sus
recuerdos.
*** **
Magenta_, cómo
dejo de autoconvencerme que tal vez, en alguna de las múltiples
posibilidades de este mundo, nuestras vidas dejen de buscar para
poder encontrarnos.
Magenta_, allá se
pierde tu sombra, allá vas para librar tu batalla, yo sólo quiero
correr para alcanzar a Agustina, aunque también sé, debo largarme.